Me complace compartir un informe detallado sobre mi reciente viaje a Cuba, donde tuve la oportunidad de trabajar y compartir la Palabra de Dios con las iglesias locales. Su continuo apoyo a través de oraciones y contribuciones financieras ha sido fundamental para el éxito de este viaje y quiero expresar mi profunda gratitud por su generosidad.

El objetivo principal de mi visita a Cuba fue brindar apoyo y aliento a la Iglesia en medio de la desafiante situación política, social y económica del país. Durante los ocho días que estuve allí, tuve la oportunidad de presenciar de primera mano los desafíos que enfrentan los creyentes cubanos a diario.

A mi llegada a La Habana, Cuba, me trasladé a diferentes lugares del país. Recorrí más de 1100 km hasta Guantánamo, Baracoa y Punta de Maisí, donde se encuentran otros grupos de estudiantes de la Escuela de Cristo. Pude compartir la Palabra de Dios que fortaleció a la iglesia local en cada lugar que visité. La situación en Cuba es cada vez más compleja, con escasez de alimentos y combustible. Sin embargo, a pesar de estas adversidades, fui testigo del favor y la fe inquebrantable en los creyentes.

Uno de los momentos más destacados de mi viaje fue la graduación de más de setenta estudiantes de la Escuela de Cristo. Estos estudiantes recibieron una valiosa capacitación ministerial que los ayudará a crecer espiritualmente y trabajar dentro de la iglesia. Sus testimonios fueron poderosos y revelaron cómo la Escuela de Cristo ha marcado una diferencia significativa en sus vidas y ministerios.

Uno de los estudiantes, el hermano Leonis, trabajador de una de las iglesias de Baracoa, se adelantó para dar su testimonio. Comenzó a contar cómo la Escuela de Cristo había afectado su vida. “Llegué muy mal de salud. No podía agacharme, sentarme ni levantarme debido al dolor. Para todos los que me conocen levantar noventa kilos no es nada en trabajos de construcción, pero ahora estaba en la Escuela de Cristo con un dolor tremendo en la espalda. Los discos de mi columna estaban uno encima del otro y me dolía. No fue fácil asistir a clases y sentarse. Sin embargo, cada clase aumentó mi fe. Un día del curso comencé a clamar a Dios con todo mi corazón y sentí que podía tocar a Dios por mi sanidad. El fuego cubrió mi cuerpo y ahora estoy completamente curado. Ya no necesito la ayuda de nadie. Regresé al trabajo de construcción y, una vez más, puedo levantar más de noventa kilos. ¡A Dios sea la gloria!

Hemos coordinado la apertura de una nueva escuela en Guantánamo, con más de cuarenta estudiantes deseosos de recibir formación y fortalecer su fe. Este destacado logro representa un paso importante hacia el crecimiento y expansión de la Escuela de Cristo en la región.

Le escribo para reiterar mi gratitud por su continuo apoyo en este trabajo. Sus oraciones y contribuciones financieras han hecho posible este viaje y han impactado significativamente las vidas de los creyentes en Cuba. Sin su ayuda, no sería posible llevar el mensaje de esperanza y fe a quienes más lo necesitan.

Trabajar en estos contextos desafiantes requiere fuerza, sabiduría y protección divina. Por favor, manténganme en sus oraciones mientras continúo mi trabajo en Cuba y en otros lugares. Que Dios les bendiga abundantemente y les recompense por su generosidad.