Cada lección a la que asistí durante mi tiempo en la clase de la Escuela Dominical de la Escuela de Cristo me dejó una de cuatro cosas: pepitas de sabiduría, convicción, una nueva perspectiva y/o confirmación. La última de ellas es la que confirmó algo que había encontrado previamente en mi vida diaria o la lección en sí misma fue confirmada esa misma mañana en el Servicio Dominical. Dios a menudo usó esa clase para decirme: “Te veo. Te escucho. Quiero mejorarte”. Además de eso, he descubierto que aunque nuestras lecciones provenían de material escrito hace algún tiempo, todavía parecen tan relevantes hoy como el día en que fueron escritas. Siguen siendo tan aplicables. Pero, ¿qué más se puede esperar de algo inspirado por una Verdad tan inmutable?